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SOBRE MATRIMONIOS

  • cpftherapist
  • May 26, 2021
  • 3 min read

Ana María y Roberto acudieron a consulta porque sentían que el matrimonio se había convertido en una rutina. Llegar a casa significaba para Roberto entrar en una olla de presión. La lidia con los niños para que hagan las tareas, coman y se acuesten, las presiones del trabajo, el trajín del día a día, se había convertido en el pan nuestro de cada día. Ana María por su lado, se sentía frustrada. No entendía a dónde se habían ido sus sueños de jovencita, ni los inumerables proyectos que Roberto y ella habían dibujado juntos cuando novios. Casi no había conversación entre ellos. El entusiasmo estaba en cero. Lo que sí seguían compartiendo era el deseo de reconstruir su vida juntos. A pesar del tedio y la rutina, se querían y respetaban.

Ana María descubrió que se sentía frustrada porque aunque había acabado sus estudios de Diseño Gráfico, no había establecido su negocio para elaborar tarjetería y todo lo relacionado a fiestas tal como ella quería. Responsabilizaba de ello a que había dado prioridad a la maternidad, y resentía a Roberto, porque él sí trabajaba en la bolsa. El sí había culminado sus estudios con un trabajo que le daba satisfacción. En la terapia descubrió que responsabilizaba de lo que llamaba “su fracaso” a su esposo por que sentía que no la apoyaba, y que era muy cómodo para él tener a alguien en casa que se ocupara de todo para él ser libre para crecer en su empresa. Roberto estaba asombrado de escuchar esto.

Después del enamoramiento, en que todo lo vemos color de rosa, (y en realidad estamos totalmente ciegos frente a quien tenemos delante), la construcción de una pareja pasa por fases que permiten, a su paso, consolidar o no la relación.

El ingrediente imprescindible es lograr la intimidad emocional. Para ello, cada miembro de la pareja necesita crecer emocionalmente y poder conocerse, asumirse, y asumir la responsabilidad por su propia persona, para así poder hacer espacio para el otro, que necesariamente será diferente, y vendrá con su propio equipaje. En una pareja bien avenida, hay un entendimiento de que cada uno trae lo suyo, y es necesario respetarlo, además de crear algo que será nuestro. Todo convive junto si hay compromiso, amistad, amor, si son confidentes.

La vida en pareja requiere de un constante recrearse, fortalecerse. Las necesidades van cambiando, así como las prioridades. No es lo mismo una pareja de tórtolos que los padres de un niño. No es lo mismo tener hijos chiquitos que ser padres de adolescentes. En medio de los ajetreos de la vida cotidiana, a veces se nos olvida cuidar nuestra relación. Un día, en un abrir y cerrar de ojos, los hijos han crecido, las necesidades de la pareja se fueron postergando, y nos encontramos con dos adultos totalmente desconocidos, demasiado alejados entre ellos. Es por ello que vemos muchos matrimonios de años deshacerse.

Ana María y Roberto pudieron escuchar el ruido en su relación y hacer algo para arreglarla a tiempo. Ana María se dio cuenta de que era su propia inseguridad la que no la había dejado atreverse a plasmar sus ideas en realidad. Era más fácil responsabilizar de ello a su marido. Habiendo crecido en un hogar en el que las mujeres no trabajaban, confundió su miedo a hacer lo que le provocaba con no sentirse apoyada. Roberto por su lado, tenía el ejemplo de su padre, quien fue el proveedor de la familia. Cuando Ana se quedó en casa cuidando de los niños, le pareció solamente natural que la responsabilidad financiera recayera en él.

Ana María venció sus temores y se animó a diseñar tarjetería y venderla online. Roberto la apoyó en su proyecto a la vez que se sintió aliviado de no tener que llevar toda la carga financiera y poder así estar más presente en el día a día de los niños.

Se dieron un espacio para conocerse a sí mismos, a no ver en el otro sus propias necesidades. Aprendieron a comunicarse, a darse tiempo para ellos como pareja.

Lograron encontrarse a sí mismos como personas y en su pareja y recuperaron así, el entusiasmo por el otro.

La relación de pareja no significa dos mitades que hacen un entero, ni tampoco dos opuestos, pues aunque pueden comenzar atrayéndose, si no hay nada en común, es muy difícil que puedan comprenderse.

Una pareja implica dos personas completas que eligen caminar la vida juntas. Dos personas que miran en la misma dirección desde sus propias miradas, que siempre serán diferentes. Dos personas que se aman entienden que el amor pasional de los primeros tiempos, da paso al amor maduro, en el que son los mejores amantes, los mejores amigos, los mejores compañeros, y donde nunca pierden de vista que, además de que son un “nosotros”, nunca dejan de ser individuos.

Clara P Fleischer


 
 
 

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